Por José Luis Pérez Cruz

Coatzacoalcos y la otra policía posible

Del abuso al servicio: la transformación de una corporación

2025-06-18 | 06:32 a.m.

El futuro se juega en la continuidad

Bajo un cielo nublado que parecía presagiar tormenta, la ceremonia de ascenso de policías municipales en Coatzacoalcos no fue solo un ritual más en la agenda oficial del lunes pasado. Fue, en su esencia, el símbolo de una institución que se sacude el polvo del descrédito para ponerse de pie.

Como un árbol que, tras años de poda arbitraria, comienza a reverdecer, la policía local da señales de haber iniciado una transformación profunda: de la opacidad a la profesionalización, del autoritarismo a la cultura de derechos humanos.

Lo dijo con contundencia Tonatiuh Hernández Sarmiento, delegado regional de la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH): el modelo que hoy avanza se sostiene sobre tres pilares inseparables —formación, dignidad laboral y enfoque humanista—. Pero su discurso no fue un canto triunfalista, sino una evocación crítica del pasado. Recordó, sin rodeos, el infierno burocrático y violento que fue la Policía

Intermunicipal Veracruz-Boca del Río: detenciones arbitrarias, favoritismos en los ascensos, cuerpos sin capacitación alguna y sin más brújula que la obediencia ciega.

Ese pasado aún arde en la memoria de muchos. No se trata de nostalgia, sino de advertencia. Porque, en México, las corporaciones policiales han sido históricamente refugio de la impunidad, extensiones de intereses políticos o incluso cómplices del crimen. Por eso lo que ocurre en Coatzacoalcos merece más que un aplauso; merece análisis.

LA CAPACITACIÓN COMO VACUNA INSTITUCIONAL

Desde 2022, bajo la administración de Amado Cruz Malpica y con la coordinación del contraalmirante retirado Luis Enrique Barrios Ríos, se ha apostado por una lógica distinta.

Los policías, antes relegados y temidos, comenzaron a recibir formación en temas tan sensibles como equidad de género y atención a comunidades vulnerables.

La participación de la CEDH no ha sido decorativa: ha sido constante, rigurosa y cada vez más bien recibida por los elementos. La evidencia es contundente: las quejas ciudadanas han caído drásticamente. En palabras del propio Hernández, hay “meses sin una sola denuncia formal”.

Esto no es casual. Cuando el agente comprende su función no como un ejercicio de fuerza, sino como un servicio público bajo parámetros éticos, la percepción social cambia. Y cambia también su autoestima. Porque dignificar al policía —a través de mejores espacios, ascensos públicos y reconocimiento real— genera un efecto en cadena. Es el mismo principio de una orquesta: si cada músico afina y sabe qué partitura toca, la sinfonía suena distinta.

LOS PELIGROS DEL RETROCESO

Pero ningún avance es irreversible. Como un castillo de arena al borde del oleaje político, todo esto podría derrumbarse si no se blindan los procesos de profesionalización. La historia nacional está llena de ejemplos donde una buena política pública se desmorona tras un cambio de administración.

El reto en Coatzacoalcos es precisamente ese: institucionalizar el modelo, dotarlo de mecanismos de evaluación externa, transparentar sus logros y, sobre todo, blindarlo del oportunismo electoral.

La reducción de quejas no puede ser el único indicador. Se necesitan auditorías independientes, encuestas de percepción ciudadana, seguimiento a los ascensos y sanciones claras ante desviaciones. De lo contrario, el modelo se oxidará, como tantas veces ha ocurrido.

UNA EXPERIENCIA EXPORTABLE

Coatzacoalcos no tiene por qué ser una excepción. Su caso demuestra que, con voluntad política, colaboración institucional y sentido estratégico, sí se puede avanzar hacia una policía que inspire respeto en lugar de temor. La clave ha estado en tres lecciones replicables: liderazgo comprometido, inversión en formación humana y dignificación del servicio.

La reciente inauguración de un comedor y un salón multiusos para los policías no es solo un gesto estético. Es una declaración simbólica: los derechos laborales no son lujos, sino cimientos de la ética pública. En un país donde el uniforme ha sido sinónimo de abuso, ver que una corporación apuesta por la dignidad es, al mismo tiempo, extraño y esperanzador.

Coatzacoalcos ha logrado abrir una brecha en la oscuridad. Pero falta aún lo más difícil: sostener el avance cuando cambien los vientos políticos, profundizar el modelo cuando las prioridades presupuestales se modifiquen y proteger la ética ganada frente al riesgo del desencanto.

Como bien apuntó Hernández Sarmiento: “La preparación redituará en el desempeño”. Y, por ahora, la policía municipal está respondiendo con hechos. Que no se pierda el paso. Porque en un México que aún sangra por la desconfianza en sus instituciones, cada esfuerzo como este es una semilla que merece ser regada.

La policía de Coatzacoalcos no ha llegado a la meta, pero ha emprendido una marcha que muchos creían imposible. Bajo nubes aún cargadas de incertidumbre, camina con paso firme. Habrá que cuidarla como se cuida una llama en la noche. Porque si se apaga, no solo perderemos un modelo, sino también una de las pocas luces que hoy alumbra el camino.

Es cierto que hoy se vive en la ciudad un clima de terror por los cuerpos aparecidos en los últimos días, pero sin duda es un tema que debe ser abordado por todas las fuerzas policíacas que convergen en el municipio.

Lo legal y la zona de responsabilidades no exime a la municipal de realizar su aporte para lograr un clima de paz, con todo y sus logros de infraestructura y formación.

Contáctanos:

joluperezcruz@hotmail.com

https://diariodelistmo.com/columnas/cronicas-del-poder-coatzacoalcos-y-la-otra-policia-posible/50693346