24 junio, 2025
Salvador Muñoz
Los Políticos
Circula ya la convocatoria para que sesione el Consejo Estatal de Morena en Veracruz.
Orden del día en mano, todo parece en regla… si uno creyera que dirigir un partido político es tan simple como revisar actas y levantar la mano en automático.
Lo inaudito no es el procedimiento, sino lo que no está: ni una sola línea dedicada a evaluar la dirigencia estatal del partido después de la elección municipal del 1 de junio. Ni una. Como si nada hubiera pasado. Como si no se hubieran perdido votos a manos llenas. Como si el pueblo no hablara en las urnas.
Y sí, entendemos que cada elección tiene sus propias reglas, circunstancias y colores… pero también sus señales. Para la militancia de Morena, la que se raja la madre en el territorio y no en la comodidad de los sillones del autoengaño, lo ocurrido este 2025 no puede ni debe pasar como una anécdota más.
En teoría, estas elecciones municipales deberían haber tenido si no mayor afluencia ciudadana, al menos similar a la del año pasado: se decide por quienes se supone están más cerca de las comunidades, ésos que tocan las fibras locales, la de las calles, la de las colonias, la de las congregaciones. Pero lo que ocurrió fue una mezcla de desánimo, molestia y abandono. Una reducción brutal de votos que no se puede esconder bajo el tapete del “triunfamos en lo federal y en lo estatal y tenemos el control de las cámaras”.
¿Y la dirigencia? Bien, gracias. Reunidos para leer discursos que suenan más a autoaplausos que a autocrítica. Mientras la militancia de base, la que se desgasta en brigadas, en colonias, en el campo, levanta la voz, pero lo único que recibe es silencio o desdén. Pareciera que en lugar de cuadros políticos tenemos burócratas del aplauso.
Se habla ya, con insistencia, de la soberbia de creer que la marca “Morena” gana sola, que el logotipo arrastra votos aunque se postule una maceta, un buey o a la Chona. Por supuesto! Esa fue una realidad que poco a poco ya no se la traga tan fácilmente el Pueblo bueno y sabio. Hoy es un riesgo. Pensar que la inercia del 2018 o del 2021 alcanza para todo, es una fórmula perfecta para el desastre. Si no se cambia el rumbo, el 2027 podría ser el año en que Morena comience a escribir su obituario en Veracruz.
Ojo! Cuando se habla de “cambiar el rumbo” no es necesariamente exigir la salida de Esteban Ramírez Zepeta, sino de dejar al lado esa sobada Soberbia, tanto para los de adentro como para los de fuera; analizar los números negros y los rojos con más énfasis para cambiarlos de color… la autocrítica desde la militancia para entender aún mejor esta derrota con cara de triunfo.
La dirigencia nacional tampoco puede seguir mirando hacia otro lado. Que no se equivoquen: no se trata de un berrinche o pataleta de inconformes. Es el grito de una militancia que exige lo obvio: rumbo, liderazgo y representación real. Porque si algo está claro es que la cohesión interna no se logra con discursos, se logra con confianza, con inclusión y con resultados.
¿Es mucho pedir una revisión seria? ¿Es una ofensa proponer una dirigencia que recupere los principios fundacionales del movimiento? Porque si los actuales líderes no quieren escuchar, entonces que no se sorprendan cuando en las próximas elecciones los ciudadanos tampoco los escuchen… y mucho menos los voten.
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