Hoy lunes 1 de septiembre, Claudia Sheinbaum –primera mujer en liderar el Poder Ejecutivo—presenta en un hecho histórico, su primer Informe de Gobierno como presidenta de México.

Pero lejos de celebraciones, el contexto obliga a la crítica: un año marcado por la demagogia, las medias verdades y la continuidad de vicios políticos que la “Cuarta Transformación” prometió erradicar.

El discurso oficial insistirá en programas sociales, obras estratégicas y “austeridad republicana”, pero en la calle prevalece otra narrativa: inseguridad sin control, escasez de medicamentos, nepotismo en nombramientos, corrupción solapada e impunidad en los casos más emblemáticos.

La ciudadanía escucha promesas de transformación mientras vive en carne propia la fragilidad institucional.

La sombra más grande sigue siendo el poder creciente de los cárteles.

Hoy no se trata únicamente de violencia criminal, sino de una penetración política que ha puesto en entredicho la soberanía de varias entidades.

De hecho, fue el propio Donald Trump quien, desde Washington y en plena campaña presidencial, lanzó un dardo directo.

Prometió “acabar con los cárteles mexicanos” que –dijo— se han infiltrado al poder político y son responsables de la muerte de miles de estadounidenses a causa de los opioides.

Más allá de la retórica electoral de Trump, el señalamiento exhibe la incapacidad del Estado mexicano para contener un problema que trasciende las fronteras.

El Informe presidencial se dará en medio de un choque de realidades: la que se expondrá desde Palacio Nacional, con cifras acomodadas y una narrativa triunfalista; y la que viven millones de mexicanos entre violencia, carestía y falta de oportunidades.

Claudia Sheinbaum enfrenta su primer gran examen de credibilidad. Si el mensaje repite los viejos vicios del autoelogio, será un mensaje más que se diluye en la memoria.