Domingo, 22 de junio de 2025 · 00:11 hs
PRESAGIOS DEL CAPITALISMO QUE VIVIMOS
Las fuerzas del mercado se están alineando en campos ideológicos opuestos, ahora entre el capitalismo liberal dirigido por intereses del mercado.
La conflictividad del mundo actual reúne y mezcla elementos del viejo mundo con el nuevo. Trotsky diría que la situación es producto del desarrollo desigual y combinado del mundo capitalista. La Guerra Fría entre el capitalismo y el socialismo terminó abruptamente con el derrumbe del socialismo en la Unión Soviética en 1991.
Pero las aspiraciones expansionistas de Rusia, China, Estados Unidos, entre otras naciones, no desaparecieron. Más bien mutaron hacia otras formas de articulación.
Las fuerzas del mercado se están alineando en campos ideológicos opuestos, ahora entre el capitalismo liberal dirigido por intereses del mercado y el capitalismo monopolista de Estado, subordinado a los intereses estratégicos de gobiernos con regímenes autoritarios.
Mientras la triunfante economía de mercado aceleró la expansión de la competencia por ganancias en todo el mundo, la lucha por los energéticos, los alimentos, el agua y las materias primas, se torna más violenta, y la intención de controlar el estratégico espacio sideral también. La ciencia aceleró su desarrollo competitivo con la física cuántica y la inteligencia artificial, y todos estos terrenos se convirtieron en los espacios donde los nuevos mercantes buscan su dominio.
Emergen ante nosotros las nuevas potencias mundiales, notablemente Estados Unidos y China, junto con una miríada de potencias regionales, como Gran Bretaña, la Unión Europea, Rusia, Israel, India, Pakistán, Brasil, México, Japón, Corea del Norte y Australia. La posesión de armamento de destrucción masiva sirve para separar y distinguir a las potencias con armas nucleares de las potencias sin armas nucleares.
Son nuevas formas de dominio, de unos sobre los otros. Las guerras arancelarias de Trump y la guerra en Medio Oriente para destruir la capacidad de desarrollar armas nucleares por parte de Irán son expresiones actuales de las mismas tensiones, entrelazadas. La competencia por el control de los mercados y las rutas de intercambio pueden, en un abrir y cerrar de ojos, ir de confrontaciones culturalmente “soft” a guerras “frías” a guerras “calientes”. La guerra de aranceles puede derivar en una guerra nuclear.
En la medida en que los países sean capaces de respetar y adherirse a las reglas del mercado y su competencia, siempre existirá el espacio para dirimir las diferencias por la vía de la diplomacia y los acuerdos políticos. Pero cuando esas diferencias se mezclan con ideas de hegemonismo ideológico, religioso o cultural, además de la pretensión de imposición económica, entonces las reglas legales internacionales empiezan a estorbar a los dirigentes políticos, quienes prefieren ignorarlas. Eso sucede cuando las tensiones internacionales llegan a puntos de ebullición y de enfrentamiento.
Por ejemplo, el capitalismo liberal europeo o estadounidense difícilmente van a poder convivir con el capitalismo “marxista” de China o el capitalismo de la Rusia ortodoxa y autoritaria, especialmente cuando los unos consideran que los otros representan el aniquilamiento de su forma de vida. La incertidumbre internacional brota cuando las dirigencias ponen el modelo político por delante de su idea de competencia económica del capitalismo, modelo productivo, por cierto, en el cual todos ellos creen y que hacen prosperar a sus naciones.
La Rusia de hoy quiere reconstruir su idea de “imperio”, ya no socialista, pero siempre el ideario imperial ruso desde los tiempos de los Zares.
Y lo mismo se puede decir de Estados Unidos con su Destino Manifiesto que le permite pensar en la “fortaleza americana”, de Panamá hasta el Polo Norte canadiense, pasando por Groenlandia.
Y China no descansará hasta lograr la conquista de Taiwán y el proyecto del nuevo “Camino de la Seda”, ideado por los imperios chinos desde hace muchos siglos y que ofrece un dominio chino “soft” sobre amplias zonas de África y América del Sur.
Las guerras futuras se pelearán por los recursos naturales que son cada vez más difíciles de accesar, como los minerales, tierras raras incluidas, el agua y los alimentos. El capitalismo y la lógica del mercado sí ganaron la Guerra Fría. Pero ese mismo mercado capitalista puede destruir al planeta si no se establecen reglas y normas sobre la convivencia internacional.
Hoy más que nunca se requiere la existencia de reglas aceptadas y respetadas por todos, con una redefinición de las Naciones Unidas con mayor capacidad de imposición de normas para una equilibrada competencia económica, la sustentabilidad ambiental, los derechos humanos y el control de armas. Solamente así se podrá evitar, desde ahora, las previsibles guerras del futuro.
El dilema surge entre dos grandes tendencias políticas que se desarrollan en estos momentos de conmoción mundial. Una tendencia impulsa un orden internacional dominado por las grandes potencias económicas y militares en constante fricción que pretenden imponer sus normas y reglas al resto de las naciones esencialmente subordinadas, muy al estilo de la Guerra Fría después de la Segunda Guerra Mundial. Prefieren gobernar el mundo con sus dictats, ignorando a los organismos multilaterales y a los mandatos emanados de sus consensos.
El otro orden mundial plantea construir un mundo basado en reglas aceptadas por todos con reglas de competencia económica en igualdad jurídica entre los Estados soberanos, basados en el control y contención de armas de destrucción masiva y de respeto a los derechos humanos como principios civilizatorios. En esta lógica, el respeto a los mandatos emanados de los organismos multilaterales deben acatarse, incluso aunque un gobierno discrepa de su orientación.
La gran disputa ya no es entre socialismo y capitalismo. Es, más bien, entre las distintas tipologías de capitalismo que existen hoy en día y, por tanto, su formas y métodos de interactuar con el mercado, lo cual estira la definición de lo que se entiende por “competencia en el mercado”. Para el capitalismo europeo y estadounidense, la competencia se entiende como el libre juego de fuerzas productivas privadas en el mercado mundial.
Pero para China o Rusia el capitalismo es planeado y dirigido por el Estado. Su intervención en el mercado es orientada y subordinada a los intereses estatales.
Incluso el capital privado existente está subordinado a lógicas del Estado. Entre el capitalismo liberal y el capitalismo monopolista de Estado existen historias que impulsan confrontaciones ideológicas, culturales y religiosas que rebasan y, a veces, condicionan las fronteras de los conflictos económicos.
Entre la China imperial, la Rusia imperial y el Destino Manifiesto estadounidense, el mundo vivirá en la incertidumbre de la competencia económica y el enfrentamiento militar. De ahí la necesidad de un fuerte marco regulatorio internacional que obligue a los Estados hegemónicos a asumir que los derechos de los Estados más débiles son iguales a los suyos en toda la extensión de su aplicabilidad.
Cada Estado debe ser respetado como legalmente soberano, y no sujeto a la imposición de fuerzas hegemónicas. El mundo tendrá que revitalizar el Estado de derecho internacional ante la tendencia de fuerzas hegemónicas, mundiales o regionales, a imponer su voluntad económica y militar a los Estados más débiles.
POR RICARDO PASCOE
COLABORADOR
ricardopascoe@hotmail.com
@rpascoep
https://heraldodemexico.com.mx/opinion/2025/6/22/presagios-del-capitalismo-que-vivimos-709155.html