De lograrse lo que parece inevitable, la caída de Pedro Sánchez, España nos dará una lección de cómo combatir el cinismo global que nutre el descrédito de la política y el desencanto de la democracia.

Lo que ocurre estos días en España es ejemplar para el mundo y una bocanada de aire fresco para quienes, en México, dan por perdida la democracia y la justicia.

Mientras haya prensa libre, hay esperanza.

El presidente del gobierno pidió perdón luego de que la Guardia Civil entregó al Tribunal Supremo un informe de 490 páginas que documenta la red de delincuencia organizada en su gabinete y en su partido, el Socialista Obrero Español (PSOE).

Lo que comienza a destaparse ahora en España es obra de la prensa que no se doblegó ante los ataques del oficialismo, que lanzó contra ella su batería de funcionarios y medios de comunicación para destruir reputaciones y desacreditar lo que hoy se admite como verdadero.

También se debe al valor de jueces que no renunciaron a su papel de contrapesos del poder de dirigentes, no obstante haber sido objeto de una campaña que los presentó como enemigos de un gobierno que llegó al poder para “moralizar la vida pública y luchar contra la corrupción”.

El derrumbe de Pedro Sánchez y su grupo se da a un costo altísimo, que es la descomposición de una alternativa de izquierda que tanto bien le hizo a España durante la transición a la democracia y en las primeras décadas de un congreso plural.

Pero, de lograrse lo que parece inevitable, la caída de Sánchez, España nos dará una lección de cómo combatir el cinismo global que nutre el descrédito de la política y el desencanto de la democracia.

Pedro Sánchez pidió perdón ocho veces en una sola comparecencia ante los medios, después de haber defendido por siete años la honorabilidad de los funcionarios que ahora deberán atender los citatorios judiciales por cobro de comisiones ilegales –moches–, para la adjudicación de contratos y obras a empresas coludidas en la red de corrupción del oficialismo.

Es apenas el inicio de un largo proceso en el que se irán presentando los casos del equipo del presidente, que operaba como una “organización criminal” y que, por ahora, alcanzan al (ex) secretario de Organización del partido gobernante, Santos Cerdán, al (ex) ministro de Transportes, José Luis Ábalos, y a su asesor Koldo García.

Los pagos de comisiones van desde contratos por carreteras, vías de ferrocarril, puentes y compra de material médico y mascarillas a China durante la pandemia, que resultaron inadecuadas y adquiridas a precios inflados.

Gran noticia que deben escuchar los empresarios mexicanos que hacen negocios de turbios compadrazgos con los “guardianes de la moral pública”, con la idea de que las cuentas seguirán blindadas para siempre.

Al destaparse oficialmente las comisiones ilegales –moches– que los funcionarios del gobierno socialista recibían de empresas privadas para asignar contratos, veremos desfilar en los juzgados a los directivos de grandes compañías para dar la cara y asumir el castigo correspondiente.

No sólo serán exhibidos en España, sino en casi todo el continente, porque los contratos obtenidos a través de moches fueron para obras financiadas con dinero aportado por la Unión Europea, y esas empresas españolas ganaron con mordidas los concursos a otras compañías europeas.

Todos estos años en que un sector de la prensa española –El Mundo, El Español, El Confidencial, The Objective– estuvo publicando, de manera documentada y valiente, los pormenores de la corrupción en las altas esferas del gobierno, debió soportar el agresivo desdén del oficialismo, que la acusó de mentir, de ser ariete de la derecha, de formar parte de una conspiración permanente.

No había tal conspiración. Había corrupción. La prensa dijo la verdad.

El grupo político que ahora está en el banquillo de los acusados, durante siete años se presentó como víctima de los jueces, de la derecha y de la ultraderecha.

El shock político vino ahora, cuando se dio a conocer el Informe de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil y el presidente dijo estar arrepentido de confiar en esos personajes ligados a él desde muchos años antes de asumir el cargo.

Señala el informe, entregado al Tribunal Supremo, que esas personas amañaron elecciones internas en el PSOE para que Pedro Sánchez se hiciera del liderazgo del partido y desplazara al candidato cercano a Felipe González, Eduardo Madina.

El presidente se dice decepcionado de ellos –Cerdán y Ábalos–, en un deslinde que pocos creen, pues fueron sus compañeros de viaje en el modesto Peugeot en que, los tres, recorrieron el país haciendo campaña con la promesa de regenerar la vida pública y acabar con la corrupción.

“Perdón”, pidió el presidente del gobierno ante los medios reunidos en la sede del PSOE. Trasladó la culpa al partido y se puso nuevamente en el papel de víctima. Ahora, víctima de sus aliados de toda la vida.

Es difícil que salve a su gobierno de la responsabilidad en los delitos confirmados y los que faltan, toda vez que los moches no se hicieron con contratos adjudicados para adquisiciones y obras del partido, sino del gobierno.

Falta mucho por ver. Cada día que pase sin convocar a nuevas elecciones, el presidente aumentará la hemorragia que su grupo provocó a un partido histórico.

Hay que prestar atención en lo que sucede aquí, en España, porque se libra una batalla por la recuperación del prestigio de la democracia, por lo sagrado de la división de poderes y la importancia vital de una prensa libre.

Fuente: https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/pablo-hiriart/2025/06/17/espana-la-prensa-tenia-razon