Manolo Victorio

La historieta morenista.

Manuel Huerta es el pingüino en el culebrón veracruzano del Movimiento de Regeneración Nacional.

Nació bueno pero los palos, el desdén, la marginación, lo volvieron malo.

Y ahora disfruta ser el villano de sus propios correligionarios que ya no saben qué hacer con él.

La visión desde el graderío de la opinión publica es que toda la estructura publica, personalizada en dirigentes, legisladores y funcionariado, tienen miedo de ponerle el cascabel al gato.

Sus declaraciones son medidas, escuetas, magras, políticamente correctas.

Ni lo corren, ni le hacen juicio sumario.

Manuel Huerta navegó en el filo del cuchillo en el cuitlahuismo donde solo asustaban con filtraciones periodísticas respecto a denuncias interpuestas en la Fiscalía General del Estado, respecto a sus proclividades sexuales y su libido descontrolada que rayan -supuestamente- en el acoso sexual.

Huerta sobrevivió a las tibias empapeladas −como se dice en la jerga periodística− que le orquestaban por encargo, cíclicamente, cuando el personaje que gobernaba Veracruz en las sombras, usurpando el poder real al maestro universitario que siempre andaba en otra esfera, distinta y distante de la gobernanza, montaba en colera contra el sociólogo.

Nada le pasó a Manuel Huerta. El hecho de bajarlo a la segunda formula al Senado de la República, sólo agudizó el apetito revanchista del legislador, quien en su concepción política no acepta a quienes no se forjaron políticamente en el fragor de la lucha contra un sistema que no solo persiguió a los opositores, sino que los trató de exterminar del escenario público del estado.

Y en este juego del cascabel, las nuevas generaciones morenistas que emergieron de movimientos «woke», entendidos como «la conciencia de la desigualdad social y la discriminación, pero también puede ser utilizado de manera peyorativa para etiquetar a individuos o grupos que son considerados demasiado radicales o que promueven una agenda progresista», que en Morena tuvieron un útero ideológico para hacerse visibles.

Estas huestes de nuevo cuño generacional, que nacieron políticamente cuando Morena ya estaba cuajado, ya no quieren a Manuel Huerta Ladrón de Guevara, arquetipo contrario de estas posturas «progres» en el morenismo, representante de la vieja guardia que ve en el senador un personaje de liviandades partidistas, que lo mismo cohabita con los enemigos acérrimos e irreconciliables del movimiento como los Yunes o se mete a la cocina del Partido del Trabajo a sembrar candidatos que hoy son alcaldes electos.

Huerta es el árbol que ondea sus ramas, movimiento que es tomado como una amenaza por los habitantes de la isla morenista, decretándolo enemigo en el paraíso.

El senador morenista es la representación fiel y despreciable −a ojos de los morenistas−del «homo homini lupus» (el hombre es el lobo del hombre) «una expresión que se refiere a la naturaleza egoísta y conflictiva del ser humano, especialmente cuando se encuentra en relación con otros humanos. Esta idea, popularizada por el filósofo Thomas Hobbes, sugiere que los humanos son capaces de la mayor crueldad y hostilidad hacia sus semejantes» (IA).

Es Huerta «El señor de las moscas» que trae acojonado al movimiento, dentro del movimiento, donde sus dirigentes se achaparran, rehuyendo a la pelea cuerpo a cuerpo, escurriendo el bulto de la necesidad de expulsar al más férreo opositor del morenismo veracruzano.

Les quita Huerta el disfrute de los 963 mil votos obtenidos en la elección municipal, menos de la mitad del pastel que obtuvieron en la elección de la gubernatura.

Lo culpan del avance del Partido del Trabajo, que se llevó 28 alcaldías, de la irrupción gandalla del Movimiento Ciudadano que se embolsó 41 presidencias municipales y hasta de la sobrevivencia del PRI, que también se llevó 23 dianas.

Es el enemigo a vencer.

En la antesala del Consejo Político Estatal de Morena que realizará su primera sesión extraordinaria en el Puerto de Veracruz, donde se presentarán los avances que se lograron en el actual proceso electoral, que no prevé sanciones publicas a militantes que incurrieron en traición, ni la expulsión del dirigente estatal, Esteban Ramírez Zepeta, algunas voces se asoman en el espectro de la autocrítica morenista, soportada en la purga necesaria de los indeseables.

La presidenta de la Mesa Directiva del Congreso local, Tanya Carola Viveros Cházaro, declaró que el senador Manuel Huerta Ladrón de Guevara «podría» ser expulsado del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) por ventilar los temas internos del partido a medios de comunicación.

«Si alguien presenta la denuncia ante la Comisión de Honestidad y Justicia, pues sí. Yo creo que ha hecho cosas que lo podrían ameritar», dijo en narrativa esperanzadora que aparezca un valiente que intente frenar el avance de Manuel Huerta.

En estos escenarios reactivos, en los cuales el legislador senatorial ha destrozado en el ring de las declaraciones banqueteras a los adversarios internos de Morena, obligándolos a pelear en esta pelea de barrio y venciéndoles con la elocuencia argumentativa, se espera que venga un poder más encumbrado para que se les haga justicia a los morenos que solos no han podido con Huerta.

La justicia solo puede provenir de los poderosos, dicen los clásicos.

Quizá en algún lugar del poder coincidan con la máxima reyesherolista de lo que opone, fortalece.

No hay paraíso sin diablo, dirán los creyentes de la palabra.

… de otro costal.

La televisión abierta vive una crisis profunda.

Según estudio publicado en sinlineamx.com, en el 2023 la televisión abierta mexicana tenia un pastel de 67.9 millones de televidentes.

La cifra cayó 3.8 millones en el 2024, donde solo llegaron a 64.1 millones de televisiones encendidas.

Otro factor (http://xn--expansin-13a.mx/) que habría incidido en la caída en el consumo de tv abierta son las redes sociales. Plataformas como TikTok o Instagram se colocan como los espacios preferidos de las personas para mirar contenidos, aunque puedan contar solo con fragmentos de un programa. De hecho, algunas compañías como Televisa han apostado por insertar parte de su programación en sus propias redes sociales, al reconocer que estos medios son los que más consumen las nuevas generaciones.

Se muere la televisión abierta. Un sentimiento de nostalgia para las generaciones que crecimos viendo los programas en casa del vecino ‘pudiente’ o en las vidrieras de los comercios de muebles y electrodomésticos.

Son nuevos tiempos de lo inmediato, del estrés del desenlace de una historia efímera; alejados de aquella época donde esperábamos una semana para ver un nuevo capítulo que servía como pegamento a la amistad entre los vecinos del barrio, la colonia o el ejido.

Larga vida a la televisión que nos abrió mundos insospechados, poblados de monstruos marinos mutantes por la radiación, venidos de Japón, que en Godzilla tuvo a su embajador de nuestros miedos infantiles, o las cabalgatas y balaceras interminables de ‘Bonanza’ o ‘El gran Chaparral’, hasta la romantización de la orfandad de un adolescente que vivía en un barril de madera en una vecindad de locos, desadaptados, creyendo ser lo que no eran, viviendo de las apariencias (México, magia y encuentro, diría Raúl Velasco) y que solo comía tortas de jamón, en un personaje ‘El Chavo del 8’ que nos inspiró a tomar nuestro bastimento, atar nuestras pertenencias y sueños en una vara de madera y salir de casa en una emancipación diseñada por Enrique Segoviano.

Y qué decir del sufrimiento perenne de ‘Rina’ la muchacha pobre y discapacitada que logró que un ‘señorito’ se enamorara de ella, sin importar su miseria económica y su baja autoestima.

Que inocentes nos volvió la televisión abierta. Fue nuestra psicóloga.

columnacarpediem@gmail.com

https://www.facebook.com/InnovaDigitalOficial/posts/pfbid0a1vxaVxKyNBrfJCecNFVtuPEVaLSEowLbjjQNFGiN7uGpyg8fwDZ3fZ2VLV9tF5Ml?mibextid=wwXIfr