Jueves, 19 de junio de 2025
Turismo al vapor: el nombramiento de Igor Rojí en Veracruz
No se perfila un viraje estratégico ni una visión renovada
Su arribo al gabinete de Rocío Nahle se da más como un acomodo coyuntural
Veracruz no necesita un secretario decorativo, ni un operador político más
Por Miguel Ángel Cristiani G.
En Veracruz, el turismo ha sido por años la promesa incumplida, el discurso fácil y la realidad ausente. Y ahora, con el nombramiento de Igor Rojí como nuevo secretario estatal del ramo, no se perfila un viraje estratégico ni una visión renovada, sino más bien una jugada política que apuesta al olvido ciudadano y a la resignación institucional.
Porque no se trata únicamente de quién llega, sino del por qué llega, cómo llega y para qué llega. El exalcalde de Orizaba no es un improvisado en la política, pero tampoco es —con todo respeto— un referente probado en la industria turística, ni un perfil técnico con credenciales sólidas en el desarrollo integral del sector. Su arribo al gabinete de Rocío Nahle se da más como un acomodo coyuntural que como una respuesta seria a los retos reales de la entidad.
Veracruz lo exige todo en turismo, porque tiene todo. Patrimonio cultural de tres civilizaciones milenarias, una de las costas más extensas del país, zonas cafetaleras, ciudades coloniales, selvas, gastronomía reconocida, historia de puerto y revolución. ¿Y qué hemos hecho con eso? Lo mínimo. La actividad turística representa apenas el 5.3% del PIB estatal, muy por debajo de su potencial. No hay rutas integrales, ni conectividad interna, ni una política pública clara. Solo hay ferias, festivales aislados y un par de campañas mediáticas carísimas pero ineficaces.
Entonces, ¿es Igor Rojí la respuesta a ese vacío estructural?
Desde su gestión como alcalde, Rojí mostró eficiencia administrativa en una ciudad con vocación turística local. Aunque todavía se recuerda que tenía observaciones del ORFIS por un monto millonario. Pero dirigir una ciudad como Orizaba, con presupuesto controlado, frente a los retos de una secretaría estatal en un territorio de 212 municipios, con litoral, selva, montaña, pueblos originarios y zonas arqueológicas, es otro cantar. Aquí se necesita visión regional, enfoque sistémico, experiencia en cadenas de valor, innovación digital, relaciones con tour operadores y, sobre todo, estrategia de largo aliento.
Pero el problema de fondo no es solo la capacidad, sino la lógica del nombramiento. ¿Fue un proceso de evaluación técnica, o simplemente un acuerdo político disfrazado de oportunidad? ¿Se consultó al sector empresarial, a los académicos, a las comunidades? ¿Cuál fue el criterio, más allá de la cuota, el compromiso o la cercanía partidista?
Y es que la política turística en Veracruz ha estado, por décadas, secuestrada por el cortoplacismo, el clientelismo y la ausencia de institucionalidad. Cada sexenio reconfigura las prioridades, cada titular impone su estilo, cada gobierno crea y desmantela programas según la moda del momento. Mientras tanto, los destinos veracruzanos viven entre el olvido y la precariedad: sin infraestructura adecuada, sin capacitación, sin promoción seria.
Es legítimo que un gobierno designe a sus cuadros. Pero es obligación ciudadana exigir idoneidad, transparencia y rumbo. Veracruz no necesita un secretario decorativo, ni un operador político más. Requiere un plan de desarrollo turístico integral, con ejes de sostenibilidad, inclusión social y aprovechamiento tecnológico. Requiere atraer inversiones, profesionalizar el servicio, y descentralizar la oferta para que no todo se reduzca al malecón de Veracruz o al desfile de carnaval.
Por ello, el reto de Igor Rojí no está en sobrevivir al cargo, sino en darle sentido de política pública a un área que ha sido relegada a la anécdota y la improvisación. Si logra construir una agenda con visión de Estado, será digno de reconocimiento. Si se pierde en las inercias del espectáculo y el burocratismo, será otro nombre más en la larga lista de funcionarios intrascendentes.
El turismo no es una frivolidad. Es economía, identidad, inclusión y futuro. Pero solo si se toma con la seriedad que merece. Y eso —como tantas cosas en Veracruz— todavía está por verse.
En política, como en turismo, la ruta más corta rara vez es la más sabia.

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