Con el lamentable fallecimiento de Paco Beverido y con el maestro Abraham Oceransky postrado en cama después de una delicada operación realizada por el cirujano traumatólogo y ortopedista Raúl Gómez Vázquez -el mejor en la ciudad, según muchos doctores y pacientes rescatados-, la comunidad teatral de Veracruz vive uno de sus momentos complicados y difíciles.

Uno y otro eran a su manera el cénit de la producción dramática que ha mantenido a la Atenas Veracruzana como uno de los bastiones de la escena en México y en el mundo.

Abraham se recupera pacientemente de la intervención, y sus discípulos y admiradores esperan denodados que vuelva a las andadas y a seguir produciendo el arte mágico que sale de su entusiasmo y de su imaginación.

Pero Francisco Beverido Duhalt era parte esencial de la historia del teatro en Xalapa. Era la historia del teatro en Xalapa.

“A lo largo de los años,” -confesaba en La Palabra y el Hombre que dirige magistralmente Mario Muñoz- “desde que empecé a interesarme por el teatro y a participar en él, tuve la fortuna de trabajar con casi todos los directores que han estado en la Universidad Veracruzana. Me ha tocado estar presente en casi todas las épocas del teatro universitario, las buenas, las malas y las peores, y he abarcado todos sus niveles, desde el teatro estudiantil y de aficionados hasta el teatro profesional.

“En este recorrer senderos hacia atrás y hacia adelante, el tiempo me brindó la oportunidad de borrar el ‘casi’ que mencionaba al principio y que implica una carencia y de la cual, por serlo, no tenía una idea clara de su importancia y de su valor.”

Francisco llegó a Xalapa casi niño, resguardado por la savia plena de una familia de artistas y de intelectuales. Su carrera llegó a los 60 años de trabajo ininterrumpido, ya en la Facultad de Teatro; ya en la Compañía teatral de la UV, que dirigió con tanto aplomo y señorío, y ya en el Centro de Documentación Teatral Candileja, que fundó, alimentó y consolidó como la herencia de su amor inimaginable por las tablas,

Se va a extrañar su figura de Quijote por las calles del centro de Xalapa; se va a sentir su ausencia en las escenas de la ciudad, las públicas y las privadas; se va a necesitar su experiencia y su conocimiento en las aulas de la Facultad y en los talleres que formaban el entusiasmo de quienes ahora van a tener que continuar su obra.

Y vamos a necesitar sus obras, sus actuaciones, sus direcciones. Algo muy grande se ha perdido, pero también algo muy grande queda en la historia de la inmensa vida (teatral) de Paco Beverido.

Que descanse en paz, aunque su alma indomable siga trabajando allá en el cielo.

sglevet@gmail.com