Agencia Innova Digital.- El grito de un joven estudiante de la Universidad Veracruzana (UV) rompió el protocolo presidencial y sacudió el discurso oficial. Frente a la presidenta Claudia Sheinbaum, en plena visita a la zona devastada por las inundaciones, el reclamo del universitario sintetizó el dolor y la rabia de una ciudad sumergida no solo en agua, sino en desorganización, negligencia y abandono institucional.
🔴 Un grito que desnudó al poder
El episodio, ocurrido el 12 de octubre de 2025, se convirtió en símbolo de una tragedia mal gestionada.
“¡Queremos respuestas, no discursos!”, gritó el joven mientras pedía justicia por sus compañeros desaparecidos.
El video del momento, viral en redes sociales, encendió la indignación nacional y dejó al descubierto la fractura entre la población afectada y un gobierno incapaz de reaccionar ante la emergencia.
⚠️ Autoridades rebasadas, sin rumbo ni control
Lo ocurrido en Poza Rica no fue sorpresa.
Entre el 6 y el 9 de octubre, la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA), a través del Organismo de Cuenca Golfo Centro, alertó sobre el riesgo de lluvias torrenciales y el desbordamiento del río Cazones, como consta en el Reporte Vespertino del 9 de octubre de 2025.
El informe oficial advertía condiciones de tormentas severas, viento intenso y riesgo de inundaciones en Veracruz, incluyendo la zona norte.
Sin embargo, el gobierno estatal no activó a tiempo los protocolos de emergencia, ni emitió alertas efectivas a la población.
Las evacuaciones fueron tardías, las alertas ineficaces, y cuando el agua se llevó todo, la confusión y los refugios improvisados se convirtieron en la única salida para miles de familias.
La respuesta estatal, encabezada por Rocío Nahle, fue tan lenta como desorganizada. La falta de un seguro de desastres naturales dejó sin respaldo financiero a miles de damnificados. Mientras tanto, los reclamos por la incompetencia en Protección Civil y la ausencia de liderazgo en la coordinación de ayuda se multiplicaron.
🚧 Caos, bloqueos y burocracia
Mientras la ayuda de otras entidades y de la sociedad civil intentaba fluir, la burocracia estatal se convirtió en su peor enemigo.
Bloqueos, confusión y ausencia de logística marcaron los primeros días del desastre.
“Nos decían que esperáramos órdenes, pero el agua no espera”, lamentó un voluntario que participó en los primeros rescates.
Incluso con la alerta de CONAGUA documentada, no hubo seguimiento local ni vigilancia efectiva sobre los cauces de ríos, ni se reforzó la comunicación comunitaria para evitar tragedias.
El aparato institucional falló en su deber básico: proteger vidas humanas.
⚰️ El costo humano del fracaso
Detrás de cada cifra hay un rostro, una historia que se ahoga en la desesperación.
Familias enteras desaparecidas, niños perdidos y adultos mayores atrapados son el saldo más doloroso de una respuesta gubernamental sin dirección.
Las denuncias por obstrucción de la ayuda humanitaria se acumulan, agravando la sensación de abandono y desconfianza hacia las autoridades.
💬 Una lección amarga
La tragedia de Poza Rica deja una enseñanza brutal:
El poder sin capacidad de acción es inútil ante el desastre.
La fuerza institucional del Estado, con todo su aparato, recursos y discursos, se desmorona cuando falta liderazgo, planeación y sensibilidad humana.
Hoy, mientras las aguas retroceden, el clamor de Poza Rica resuena como un eco incómodo para el gobierno federal y estatal.
Porque más allá de la lluvia, la verdadera tormenta fue la incapacidad del poder para proteger a su gente.
ReporteVespertino2025_10_09.pdf