CRÓNICA NO. 3 | JOSÉ LUIS PÉREZ CRUZ

El regreso del hombre que cortó su barba antes de prometer el porvenir

Por un instante, la esperanza pareció tener cara, voz y arrugas. Y se paró sobre una tarima endeble, bajo el cielo opaco y el olor a drenaje de la colonia Cuauhtémoc.

A las cinco de la tarde, el sol ya no caía del todo, pero en la Cuauhtémoc el tiempo no se mide por relojes, sino por la escasez: del agua que no llega, de la luz que se interrumpe, de las calles que no existen más que como polvo endurecido y cubiertas de maleza.

Ahí, en ese rincón olvidado de Coatzacoalcos, donde un mercado de 51 millones de pesos yace tan abandonado como sus promesas, apareció Carlos Vasconcelos Guevara para iniciar —por tercera vez— su camino, su intento, hacia la alcaldía.

Habló unos minutos con la prensa. Bromeó con sus “viejos amigos”; a uno de ellos lo mantuvo tomado del cuello mientras contestaba con tranquilidad las preguntas, aunque, de pronto, la explosión de un cohete en el cielo sobresaltó a todos.

Llegó tarde, casi 40 minutos después de lo programado. “Fue por la barba”, dijo entre risas.

Una barba blanca, símbolo de los meses de espera para una nueva lucha.

Su equipo lo convenció de afeitarse, de quitarse los meses que lo hicieron esperar. Y así, sin la barba que lo hacía lucir como un patriarca fatigado, apareció rejuvenecido ante sus fieles.

El templete no era más que una estructura de madera que crujía cada vez que alguien subía. “¡No pasa nada!”, repetía Carlos, como quien sabe que puede caer muchas veces y levantarse más.

Pero eso no impidió que saludara uno a uno, que repartiera besos y abrazos como estampas de campaña.

VISIBILIZA A LA COMUNIDAD LGBT EN CAMPAÑA

Desde las cuatro de la tarde, una multitud —en su mayoría mujeres— aguardaba con entusiasmo la llegada de Vasconcelos, vitoreándolo al momento de su aparición.

Entre los tres mítines más importantes del día, el suyo destacó por liderar la presencia de la comunidad LGBT, marcando un tono inclusivo. Ahí estaba uno, con marcado leggins militar.

En un gesto simbólico, ya en el templete, habló de una joven de su planilla que representa a dicha comunidad, quien por un momento estuvo acompañada de su pareja, reforzando así un mensaje de diversidad y apertura en su campaña.

La colonia, con sus calles sin pavimentar y sus casas humildes, parecía un lienzo en blanco esperando ser pintado con los colores de la esperanza.

“Nuestro fin es servir”, declaró Vasconcelos, con una voz que resonaba como un faro en la oscuridad.

“Por eso hoy vuelvo una vez más a buscar la candidatura que me han otorgado la ciudadanía y mi partido para representarlos, porque lo que se tiene que hacer, vamos a servirles a ustedes y a todo Coatzacoalcos”.

Vasconcelos, con la seguridad de un capitán que navega en aguas turbulentas, prometió resolver problemas críticos como la falta de agua, la inseguridad y la escasez de empleo.

“Hemos recorrido las colonias, y la situación es desoladora: no hay agua, no hay luz, no hay seguridad, no hay empleo. La gente necesita soluciones, y vamos a trabajar para generar todas estas condiciones”, aseguró, con una convicción que parecía capaz de mover montañas.

SABE LO QUE YA NO ES EL PRI

Carlos Vasconcelos no es un novato en estos tramos. Sabe de campañas, sabe de pueblo y sabe lo que ya no es el PRI. Pero lo que ocurre en Cuauhtémoc no se resuelve con discursos. Las banquetas rotas y las lámparas fundidas no entienden de ideologías.

“Pase lo que pase, vamos a triunfar”, cerró. Y mientras bajaba del templete, otra vez entre saludos y abrazos, la Cuauhtémoc volvió a su rutina: al polvo, al rezago.

Pero con algo nuevo: la memoria de una tarde en la que alguien, aunque sea por unas horas, les dijo que importan.

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