Le pregunté a Marine, una amiga francesa que radica en nuestro país, si conocía la obra maestra de Víctor Hugo llamada “Los Miserables”.
De botepronto me respondió: “Es una novela histórica épica ambientada en la Francia de principios del siglo XIX, donde Víctor Hugo (su autor) desempeñó un papel clave en el movimiento romántico, y utilizó su obra literaria para abordar las injusticias de su época”.
Me dijo también Marine que el inmortal Víctor Hugo buscaba generar empatía hacia los grupos marginados y fomentar la reforma social.
Para escribir “Los Miserables” se inspiró en las duras condenas que padecieron los presos de aquella época.
Esta novela gloriosa nos permite una reflexión profunda de nuestros sentimientos y valores tales como el amor, la compasión, la bondad, la alegría, la tristeza, el deber y la justicia.
Justicia, la que merece la maestra jubilada y taxista Irma Hernández Cruz, asesinada cruelmente por un grupo mafioso en Álamo-Temapache.
Según el resultado de la necropsia “murió de un infarto” tras ser “violentada” por los hombres que la secuestraron.
La gobernadora de Veracruz, Rocío Nahle, manifestó en conferencia de prensa:
“Después de ser violentada, desgraciadamente padeció un infarto, esa fue la realidad, les guste o no les guste”. Calificó también de “miserables” a quienes “lucran” con esa muerte.
La expresión insultante ha generado polémica, no solo por el intento de desviar la atención del fondo del problema –la violencia impune que sufren las mujeres en Veracruz—sino también por el eco literario que despierta el uso de la palabra miserables.
En su célebre novela “Los Miserables” (palabra tan de moda en Veracruz y todo México), Víctor Hugo retrata a una sociedad marcada por la injusticia, la desigualdad y la hipocresía moral.
Sus personajes encarnan el conflicto eterno entre el bien y el mal, entre la redención y la condena, entre la compasión y el castigo.
Jean Valjean, condenado por robar un pedazo de pan, se convirtió en símbolo de la dignidad humana que sobrevivió a pesar del desprecio de los poderosos.
¿Quiénes son, entonces, los miserables? Objetó mi amiga Marine.
¿Los ciudadanos que denuncian la violencia o quienes detentan el poder y, en lugar de asumir responsabilidad, desvían la atención con frases grandilocuentes y descalificaciones?
Víctor Hugo escribió: “Mientras haya en la tierra ignorancia y miseria, libros como éste quizás no sean inútiles”.
En Veracruz, mientras haya crímenes sin justicia, mientras una taxista pueda ser asesinada con total impunidad, y mientras el gobierno prefiera indignarse por la crítica en lugar de actuar con contundencia, entonces no solo no es inútil hablar de “Los Miserables”, sino que es urgente.
Porque los verdaderos miserables no son quienes exigen justicia.
Son quienes la evaden.
Les guste o no les guste.