- El campo de Safaniya alberga más de 35.000 millones de barriles de crudo
- Las reservas de petróleo de Safaniya se han revisado al alza en varias ocasiones
- El petróleo que se produce en este yacimiento es un crudo pesado
El Economista
Bajo la arena ardiente de Arabia Saudí, donde el sol calienta a altísimas temperaturas, la arena de las dunas y la vida se adapta a la escasez, se esconde un tesoro energético que curiosamente se oculta bajo el agua. El país de los desiertos y la arena tiene también grandes cantidades de ‘oro negro’ bajo el mar. El mayor yacimiento de petróleo marino del mundo se encuentra bajo las aguas del Golfo Pérsico. De este modo, en un país donde todo parece seco y dorado, el oro negro también ‘brota’ desde el subsuelo marino. Allí, entre los pliegues geológicos que se formaron hace millones de años, duerme una riqueza energética sin parangón: el campo de Safaniya, un gigante sumergido que late al ritmo de los barriles que emergen cada día. De este modo, Arabia Saudí cuenta con dos de los cinco mayores yacimiento de petróleo del mundo en su territorio.
Descubierto en 1951 y puesto en producción apenas seis años después, Safaniya sigue siendo una de las joyas de la corona energética saudí. Con una capacidad de producción que ha llegado a superar los 1,5 millones de barriles diarios, este gigante opera hoy a un ritmo de aproximadamente 1,3 millones de barriles al día. Es propiedad de Saudi Aramco, el coloso estatal que gestiona las vastas reservas del reino y que de forma coloquial (no científica ni estricta) se puede decir grosso modo que conoce cada rincón de esta gigantesca estructura subterránea.
Safaniya se extiende hacia el norte dentro de la Zona Neutral entre Arabia Saudí y Kuwait, donde aunque le cambian el nombre a Khafji, es el mismo campo (la geología no entiende de fronteras) y es operado por una joint venture de Kuwait Gulf Oil Company (KGOC) y la saudí Aramco Gulf Operations Company (AGOC), explica Jorge Navarro, profesor del Máster de Ingeniería de Petróleo y Gas de la Universidad Politécnica de Madrid, en declaraciones a elEconomista.es.
Las dimensiones del campo son impresionantes: se extiende a lo largo de 65 kilómetros de longitud y 15 de ancho bajo el lecho marino. Alberga alrededor de 37.000 millones de barriles de crudo recuperables y más de 5 billones de pies cúbicos de gas natural, una cantidad que podría alimentar economías enteras durante décadas. Curiosamente, las estimaciones de reservas del campo Safaniya han aumentado progresivamente desde las primeras evaluaciones. En la década de 1970 se estimaban en unos 25.000 millones de barriles, mientras que en la actualidad se sitúan en torno a los 37.000 millones de barriles señalados, sentencia Navarro.
El gran productor de crudo pesado
Su importancia no solo reside en el volumen. En un país donde abunda el petróleo ligero, el yacimiento de Safaniya es el principal productor de crudo pesado del país, con una gravedad media de 27° API. El petróleo fluye principalmente desde formaciones cretácicas como el Miembro Safaniya, una secuencia de lutitas y areniscas con excelente porosidad y permeabilidad, depositadas en un ambiente marino-deltaico hace unos 100 millones de años.
El campo ha vivido décadas de evolución. A finales del siglo XX, ya contaba con más de 600 pozos activos. Desde entonces, la tecnología ha sido clave con plataformas flotantes, perforaciones horizontales… permitiendo aumentar la eficiencia y reducir el impacto ambiental de las operaciones en esta delicada región.
Geológicamente, el campo consiste en un alargado pliegue anticlinal (pliegue en la corteza terrestre donde las capas de roca se arquean hacia arriba) en dirección suroeste-nordeste (SO-NE) generado por una suave compresión en una región tectónicamente muy estable. Su historia geológica lo convierte en un manual vivo de la evolución petrolera de la cuenca arábiga, donde las formaciones del Jurásico y el Cretácico han contribuido a convertir este rincón submarino en un depósito de energía de escala planetaria. Con más de 1.000 pozos perforados y una infraestructura que incluye plataformas, tuberías y sistemas de inyección repartidos entre varias islas artificiales, Safaniya se ha convertido en la prueba del poder técnico de Arabia Saudí en esta industria que domina desde hace décadas.
Un futuro incierto
Sin embargo, el futuro inmediato del gigante marino ha quedado suspendido en una pausa estratégica. Saudi Aramco ha paralizado una ambiciosa expansión valorada en más de 10.000 millones de dólares que buscaba añadir hasta 700.000 barriles diarios a su producción. La orden llegó directamente del Ministerio de Energía, que ha decidido congelar el aumento de la capacidad máxima sostenible del país en 12 millones de barriles por día. Ahora que la OPEP parece que vuelve a abrir los grifos del petróleo, este yacimiento podría volver a ser objeto de nuevas inversiones para incrementar su producción.
En su día, la decisión de paralizar esta transformación sacudió a la industria, puesto que dejó en el aire hasta diez contratos clave de ingeniería y construcción submarina EPCI (Engineering, Procurement, Construction & Installation). Empresas como Saipem, Subsea 7, NMDC Energy o Lamprell estaban a punto de firmar grandes acuerdos para trabajar en Safaniya. Ahora, sus planes dependen del criterio de Riad y de la evolución del mercado internacional de petróleo, que hoy se ve sacudido de forma especial por las turbulencias que están generando los aranceles de Donald Trump.
El frenazo tiene implicaciones más amplias. Arabia Saudí pretende mantener hasta 3 millones de barriles diarios como capacidad ociosa para responder a crisis o picos de demanda. Safaniya, como pilar de esa reserva estratégica, sigue bombeando, pero su crecimiento se aplaza por ahora, en un contexto de baja inversión y menores previsiones de gasto para Aramco.
A pesar del parón, el campo no ha dicho su última palabra. En un planeta hambriento de energía y convulso por las tensiones geopolíticas, Safaniya sigue siendo una carta maestra en manos de Riad. Bajo el mar, en un país de desiertos, late el corazón pesado de la economía global.