Veracruz: más cuerpos, menos respuestas
Ve Nahle: estrategia de “espectacularidad” del hampa
2025-07-01 | 06:30 a.m.
– Descuartizan también narrativa oficial
En el teatro de la violencia, Veracruz ha vuelto a ser escenario de una obra macabra donde los cuerpos desmembrados son usados como mensajes, y la sangre es el lenguaje del poder.
La semana pasada, una vez más, la crudeza de los hallazgos en distintos puntos del sur del estado, especialmente en Coatzacoalcos, —bolsas negras, restos humanos, mensajes colgados en lonas— confirma que los grupos criminales no solo se disputan territorios, sino también la narrativa del terror.
Frente a este escenario, la reacción oficial se ha limitado a declaraciones generales. La gobernadora Rocío Nahle, en su conferencia de prensa, afirmó ayer que los actos responden a una estrategia de “espectacularidad” para sembrar miedo.
En efecto, eso parecen buscar los responsables: convertir el horror en rutina y el miedo en atmósfera. Pero lo verdaderamente alarmante no es sólo el método del crimen organizado, sino la falta de claridad del Estado para explicarlo, enfrentarlo y, sobre todo, prevenirlo.
No es la primera vez que se registran hechos de este tipo en Veracruz. Sin embargo, su frecuencia y la impunidad con la que se ejecutan los crímenes han normalizado un fenómeno que debería sacudir la conciencia colectiva.
En este contexto, las declaraciones de la mandataria estatal abren la puerta a distintas interpretaciones. Afirmaciones como “a muchos ya los hemos agarrado” o “eso le corresponde a la Fiscalía” reflejan una delimitación de responsabilidades entre instancias de gobierno.
No obstante, en un clima de preocupación social, amplios sectores de la ciudadanía esperan información más detallada, así como acciones claras que refuercen la confianza en las instituciones y garanticen condiciones de seguridad y justicia.
LA FRAGMENTACIÓN DE DISCURSO OFICIAL
La gobernadora ha reconocido que en algunos casos hay detenidos y que los grupos criminales están identificados. Sin embargo, no hay un solo dato preciso sobre líneas de investigación, ni una respuesta clara sobre si existe una disputa entre cárteles.
Las preguntas esenciales —¿quiénes están detrás?, ¿cuál es el móvil?, ¿se tiene una hipótesis sólida?— siguen sin respuesta. ¿Acaso hay una intención deliberada de administrar el silencio, como si ocultar fuera también una forma de controlar?
administrar el silencio, como si ocultar fuera también una forma de controlar?
La fragmentación de cuerpos es también la fragmentación del discurso oficial. Cada caso, según la narrativa institucional, se atiende “por separado”, sin que se reconozca un patrón común o una estrategia articulada de respuesta.
Esto genera la impresión de que las autoridades van detrás de los hechos, como espectadores de su propio deber. La ausencia de diagnósticos públicos, mapas delictivos abiertos, cifras verificables o planes específicos contribuye a una sensación de vacío.
Más allá del número de víctimas, lo que se erosiona es el tejido comunitario. Las familias viven bajo la sombra de la incertidumbre.
Los negocios cierran temprano. Las escuelas refuerzan medidas de seguridad. Y los medios, muchas veces, enfrentan presiones para minimizar lo evidente. El miedo, como la humedad, se filtra por todas partes.
NORMALIZANDO LA VIOLENCIA
¿Qué escenarios futuros podemos anticipar si esta dinámica no cambia? El primero es la consolidación de la “normalidad violenta”: que los descuartizados, como antes lo fueron los levantados o los encobijados, se conviertan en parte del paisaje mediático y emocional.
El segundo, más grave, es la pérdida de confianza en las instituciones: si el gobierno no responde con firmeza, transparencia y estrategia, la ciudadanía buscará sus propias formas de defensa, algunas legales y otras no tanto.
No basta con repetir que se trata de una estrategia de “espectacularidad” del crimen organizado. El Estado también necesita una narrativa creíble, sólida y fundamentada.
Necesita mostrar resultados, no solo intenciones. Porque mientras el discurso oficial gira en torno al miedo como espectáculo, la vida cotidiana de los veracruzanos se convierte en un acto de supervivencia.
Y en esa obra —trágica, sangrienta, repetida— el público ya no aplaude. Exige un cambio de guión.
Contáctanos: joluperezcruz@hotmail.com
