En una reunión que se presume “cordial”, el secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, arrancó a México un nuevo programa de cooperación en seguridad fronteriza y aplicación de la ley, tras meses de negociaciones discretas.
El pacto, presentado como un avance diplomático, se sostiene en cuatro ejes que despiertan suspicacias: reciprocidad, respeto a la soberanía e integridad territorial, responsabilidad compartida y diferenciada, y una supuesta confianza mutua.
Sin embargo, especialistas advierten que detrás del lenguaje diplomático se esconde un endurecimiento del control estadounidense sobre la frontera y la aplicación de políticas bajo la mirada de Washington.
El acuerdo se vende como un esfuerzo de colaboración, pero muchos ven en él un delicado equilibrio entre soberanía y subordinación.