Agencia Innova Digital.-Cada 2 de octubre, el mundo recuerda a Mohandas Karamchand Gandhi, el hombre que desafió imperios con la fuerza de la no violencia. Se le rinde homenaje, se citan sus frases, se iluminan monumentos… pero ¿cuántos realmente escuchan?
Mientras líderes posan junto a estatuas y hashtags inundan las redes, las guerras siguen, el odio se propaga y la injusticia se normaliza. Gandhi predicó la resistencia pacífica, pero hoy los titulares celebran la confrontación. ¿No es irónico que el “Día Internacional de la No Violencia” conviva con discursos de odio y represión?
En India, su tierra natal, su imagen adorna billetes, pero su filosofía incomoda. En Occidente, se le cita en aulas, pero se le olvida en las calles. Gandhi no fue un santo, pero fue incómodo, radical en su ternura, revolucionario en su silencio.
Hoy, más que flores, su memoria exige coherencia. No basta con recordarlo: hay que incomodarse con su ejemplo. Porque Gandhi no fue un ícono: fue una advertencia.
